domingo, 22 de junio de 2014

MÚLTIPLE MARLÚ

Marlú bioceánica echando agua al Arroyo Partido: izq. Atlántico, der. Pacífico
 

En Tafí del Valle, acariciando un puma. Ronronean como gatos, pero octavas más abajo


Criando al oso Mate con el biberón

Tocando con la mano la pared del Ventisquero (1967)

Junto a un grupo de periodistas en Brasil. Conduciendo ella una 4x4 en la presentación de las cubiertas Pirelli Scorpio fue la más rápida frente a 17 hombres
 

En Carlos Paz al volante del prototipo Manera Special


Sobre un burro en el Valle de la Luna
Marlú, MÚLTIPLE MARLÚ

Una moderna excursión a los indios ranqueles


Y como remate del viaje esclarecimos el fraude de los niños del Llullaillaco.

El concepto fue de Marlú, excelente idea como tantas otras. Ella había leído en el diario que en San Luis acababan de inaugurar un pueblo para los aborígenes, descendientes de aquellos bravos naturales que Lucio V. Mansilla había descrito en forma tan viva y brillante en su libro “Una Excursión a los Indios Ranqueles”.

Puesto que nuestro plan de viaje pasaba cerca de aquella comarca, decidimos hacer un desvío y destinar parte de nuestro tiempo -y kilometraje- para conocer esta novedad.

 
El asunto es que el superior gobierno de la provincia de San Luis había resuelto compensar a los descendientes de aquellas tribus de guerreros pampeanos regalándoles tierras y hasta viviendas para que pudiesen tener una subsistencia digna.

El proyecto no podía desde luego abarcar a todos sino debía limitarse a un núcleo limitado. Retoños de los indios bravos, hoy en buena parte integrados a la sociedad moderna, que viven en Villa Mercedes y otras localidades del Sur de Córdoba, La Pampa y San Luis realizando trabajos sencillos.

Se eligieron 22 familias para quienes se construyeron dos pueblos con una docena de viviendas cada uno, viviendas no solo ultramodernas sino además equipadas con todo confort: poseen heladera, microondas, calefón, cocina, gas y corriente eléctrica, hasta Direct TV y WiFi.

No solo eso: en un verdadero acierto arquitectónico cada casa está realizada al estilo de las tiendas de los antepasados: un cubículo resguardado por losas inclinadas simulando un toldo de aquellos, con caños que sobresalen como lanzas o estacas de bambú al estilo de las viviendas temporales que los naturales solían levantar en la vecindad de las aguadas pampeanas.

Estas losas ladeadas imitando por su forma cueros de guanacos hacen las veces de protectores contra el Sol abrasador en esas llanuras carentes de arboledas. Todo está decorado con históricos motivos mapuches, parientes de los ranqueles.

Los dos pueblitos separados por pocos cientos de metros de distancia cuentan además con una moderna escuela donde domina la compu que cada chico posee. Hay una sede social y también se dispone de un hospital equipado, donde médicos atienden varias veces por semana.

El emprendimiento Rankül (pronúnciese Ranquiel) con los dos pueblitos se encuentra no lejos de una lagunilla llamada La Isla, un centenar de kilómetros al SSO de Villa Mercedes y a 50 kilómetros de Buena Esperanza, sobre una ruta de asfalto nueva e impecable. En el camino, letreros van anunciando al curioso viajero Rankül, que está a corta distancia del pavimento, con tranquera pero sin candado.

 Iniciamos este viaje realizando al comienzo una nota en las célebres minas de ónix de La Toma. Al mediodía habíamos cumplido con nuestro relevamiento y seguimos en dirección a Fraga sobre la autopista RN 7, para enfilar en dirección Sur por la RP 27. Camino recto y suavemente ondulado, pastos y arbustos pero contados árboles, hasta llegar en el Kilómetro 91 al cartel que marca el ingreso al asentamiento.

Ya el aspecto del conjunto de viviendas es una sorpresa para cualquier forastero que llega. Uno cree entrar en una toldería de antes. Se ha previsto que en cada pueblito una casa esté destinada para visitantes, con colchones y ropa de cama de primera.

Los residentes no tienen que comprar sus hogares sino que pagan un arancel, especie de hipoteca, además de tener la obligación de mantener sus propiedades y cuidarlas. Oficialmente el poblado había sido habilitado en mayo de 2009, nosotros lo visitamos en noviembre.

En total hay unos 80 pobladores permanentes, y los maestros acuden desde San Luis capital. Disponen de escasos recursos e ingresos, pero sí tienen entradas porque el asentamiento abarca en total unas 70.000 hectáreas de tierras feraces que se alquilan a ganaderos de la comarca para invernada o veranada de su hacienda bovina. Un plan muy bien pensado.

Realizamos este viaje de exploración turística Marlú, el colega periodista Oscar Fernández Real y el autor de estas líneas.

Los tres fuimos recibidos con cordialidad por las autoridades, que se componen del Lonco o general, veterano de Malvinas, y la Maki o bruja-curandera. Como la aldea había sido inaugurada hacía poco tiempo, nosotros éramos los primeros visitantes y, para mejor, periodistas. Nos alojaron con todo confort, calefacción incluida, en una casa que estrenamos. En la cocina Marlú elaboró una cena que disfrutamos no solo porque teníamos hambre sino porque realmente era rica.

Se había hecho noche. Ya habíamos charlado con el Lonco, y al salir de la casa nos sorprendió un firmamento que llegaba hasta el horizonte y estaba cuajado de millones de diamantes rutilantes. Algunos ruidos provenían de los caballos que andaban pastando en las cercanías, lo demás: un silencio que se podía “oír”.

Por hallarse en pleno despoblado pampeano, no hay servicios. El almacén más próximo se encuentra en Batavia, a 22 kilómetros, mucha distancia para comprar yerba y azúcar; la oficina de correos de este pueblo que aún carece de código postal funciona en Fraga.

Existe cierta rivalidad, pero a nivel amigable, de quiénes son los descendientes más directos, es decir los ranqueles más puros. Sucedió que el joven Eduardo que gentilmente hizo de valet y mayordomo para nosotros, es el poblador de linaje más genuino. Y realmente su piel color bronce deja ver que proviene de aquellos hijos del desierto.

El tipo de construcción de las viviendas resultó incluso práctico para nosotros para guardar el auto de noche bajo un cobertizo. Era un Fiat Punto Diesel JTD que Fiat Argentina había puesto a nuestra disposición, con fines de test de evaluación. El coche resultó una sorpresa positiva: no obstante su motor de reducida cilindrada genera potencia suficiente para mantener en ruta una velocidad de crucero entre 140 y 150 Km./h, ofreciendo mucho confort, excelente andar y maniobrabilidad óptima. Pero lo que nos pasmó fue su consumo: en el viaje de regreso a Buenos Aires por las Rutas 188 y 7, desde la última carga de combustible en Realicó en el Kilómetro 600 desde Buenos Aires, gastó apenas 30 litros. En buen romance: cinco litros por cada centenar de kilómetros recorridos, que es un valor a todas luces notable.
 
El fraude de las momias

Al regreso del viaje me aguardaba aún otra faena. En casa había recibido en nuestra ausencia varios documentos largamente esperados que me permitían corroborar un asunto que desde hacía algún tiempo había venido sospechando e investigando: un amigo me confirmaba que la historia de las momias halladas en un rellano bajo la cima del Llullaillaco, en Salta, era en rigor un gigantesco fraude. Que los párvulos habían sido descubiertos tiempo antes por el montañista tucumano Orlando Bravo en una ladera del volcán y que el escalador yanqui Johan Reinhard con la asistencia de varios ayudantes, entre ellos la joven escaladora argentina Constanza Ceruti, habían retirado los cadáveres de su enterratorio primitivo para llevarlos hasta la cumbre, simular pour la galerie su “hallazgo” y armar de esta forma la farsa del “sepulcro más alto del mundo” a fin de vender la historieta por buen dinero a algunas de las revistas  de más renombre internacional (National Geographic Magazine, TIME) que, ingenuos, cayeron en la trampa.

Oscar entrevistando el Lonco o jefe de la tribu, delante de la
reproducción de una famosa tela llamada La Vuelta del Malón
Cartel indicador
El puma es de las pocas bestias temidas
en la soledad de la Pampa; Marlú y Federico
como supuestos cazadores furtivos


Eduardo, el ranquel de más puro linaje

Marlú en la modernísima cocina

Federico y Marlú frente a la casa de huéspedes

Una de las viviendas donde los cobertizos para dar sombra pretenden recordar
los cueros que servían para armar los toldos, con un bagual pastando.

La Maki y el Lonco

Tranquera de entrada al complejo Ranquel
 
Despedida de Rankül
 

El conocido montanista alemán Hans Siebenhaar en una ascensión reciente al Llullaillaco

sábado, 21 de junio de 2014

El Viaducto Saladillo y su Santo.

En una tapa de El Gráfico vi en 1948 por primera vez el Viaducto, que busqué en vano durante años hasta redescubrirlo en medio de la espesura tucumana

El viejo túnel de acceso al viaducto, ya fuera de servicio

Debajo del último arco Norte del viaducto vivía en los años ’70 don Luis Seifí Abbas, un ermitaño que sostenía ser la reencarnación de Jesucristo en la Tierra. El arco le daba techo; su vivienda era limpia y ordenada. Era oriundo de Tafí Viejo y viajó mucho por América sin dinero: quien le daba de comer creyendo que era la reaparición del Señor, se ganaba un lugar en el Reino. Un día se topó con un grupo de militares en busca de terroristas. Al enfrentarse, a los de verde oliva comenzaron a temblarle las tartamudas que tenían en las manos apuntándole a don Luis, que les decía: “Tranquilos, muchachos, tranqui, yo soy Dios”.

El puente de hierro durante su construcción


El viejo viaducto y al fondo el puente de hierro actual, construido en los veinte

Esta era la antigua Ruta 9

viernes, 20 de junio de 2014

El fabuloso molino de oro Ingenio El Arenal y el afortunado hallazgo de su mina de arena aurífera a tajo abierto


Aspecto general del Ingenio del Arenal, con el Aconquija nevado al fondo (circa 1970)

Detalle de la gran rueda volanta, entonces aún intacta. En la habitación contigua
(puerta abierta) dormíamos con Marlú durante nuestras vacaciones en El Arenal

Marlú y Federico junto al pluviómetro del Ingenio

Interior del viejo molino, con trofeos de caza en las paredes.
A la izq. el Ing. Agr. Ludovico de Grandi, a la der. Federico.
En el escritorio de Ludwig se amontonaban postales con saludos
el Rey Umberto de Italia, familiar. Era además alto oficial del
Ejército de Italia

Vista desde el molino hacia el gran Campo del Arenal. A la derecha un estanque
que en la tradición local llamaban Lavadero de Oro. Estamos a casi 3000 msnm


La del Ingenio del Arenal es una larga historia, de más de tres siglos. Tal vez ya trabajaban el yacimiento los indígenas, pero lo probable es que los jesuitas iniciaran la explotación manufacturil-industrial.

Construyeron primero un lavadero chico triturando el mineral con marayes (piedras de moler manuales, ver abajo). El obrador fue luego ampliado y se construyó el molino que nosotros conocimos. Y aún estaba en construcción el gran canal de aducción para un tercer molino, cuando toda la labor se abandonó. ¿Por qué habrá sido?

Todo esto estaba a la vista, pero ¿de dónde extraían el oro que aquí se trabajaba?
Durante décadas y siglos se buscaron socavones y túneles por todas partes y hasta, dicen, investigaron en el Vaticano los documentos de los hermanos en Cristo de la Compañía de Jesús para enterarse dónde estaba el acceso a la mina, que éstos supuestamente taparon. Naa.

Hasta que conseguí las fotos aéreas para mirar en relieve (ver arriba) y descubrí que la mina no era una galería subterránea sino un gigantesco corte a cielo abierto, tan amplio que se creyó que era algo natural (mancha oscura). Pero en 3D se observaba nítidamente el extenso  corte, de unos 500 metros de largo. Con esto, el misterio de la mina correspondiente al Ingenio estaba resuelto. En el aerofotograma incluso se observan redondeles, que eran las viviendas dormitorio de los trabajadores, llamados “palacios”.

Por alguna razón las labores se interrumpieron cuando ya estaba en construcción el tercer molino, más grande aún que el que conocimos. Dispersos en el campo hallamos varias piedras de moler a medio hacer destinadas a esta obra que no se terminó.


Canal de aducción del agua para la gran rueda volanta del Ingenio

Marlú junto a una piedra de moler a medio terminar en pleno campo, detrás del Ingenio


El autor en primer plano contemplando el corte (vegetación oscura), que por su gran
tamaño se confunde con el paisaje. Solo en las aerofotografías en estéreo se aprecia bien el relieve del terreno. Al fondo, la Sierra de Atajo donde tiempo después se encontró la concentración aurífera del Bajo de la Alumbrera.


Una manera de moler la arena aurífera antes de someterla a lavado
era triturarla con la ayuda de marayes (una gran piedra en forma de
pera que se hamacaba con una palanca, entre dos operarios)


Detalles de sujeción de un maray, con algo de arena abajo

Un intento de lavado en el arroyito, con Ludwig de Grandi y Marlú


El Ingenio del Arenal fue sepultado en los años ’80 y ’90 por grandes avalanchas,
aunque el edificio del molino quedó a salvo.


El Ingenio en la actualidad, con el aluvión en gran parte removido. Foto de Gusti Montero


Interior del molino. La mesa está armada alrededor de una de las antiguas piedras de moler. El ingeniero de Grandi a la izq., Marlú de espaldas


Marlú conservó por más de 30 años la llave de acceso del Ingenio que le había obsequiado Ludwig. Cuando nos contactó Miguel Colombo (centro), nieto de
Ludwig y vástago de Ana, una de las dos hijas del vizconde italiano (der.), se la
entregamos. Vino a vernos porque proyectaba rodar una película sobre la
increíble vida de su abuelo


Durante el rodaje de la película en casa de Marlú y Federico



miércoles, 18 de junio de 2014

Buenos Aires a Lima en un Toro Rojo



En diciembre de 1971 fuimos al Perú con un Torino color rojo, Marlú, Leonardo y Fede. Íbamos acompañados por un Falcon, con Jorge y Malena.

Al final, recuadro de datos técnicos y estadísticas del viaje


La primera aventura fue la subida al Abra de Acay, con la huella cuajada de rocas sueltas. A la ida a Chile no faltaron sobresaltos, como el único surtidor de nafta en San Antonio de los Cobres congelado hasta las once, cuando recién le daba el Sol, y el manómetro de presión de aceite cayendo a Cero, aunque felizmente en el cárter había suficiente óleo

La quebrada de Huaytiquina, hermosa

Al cruzar a Chile pasamos frente a la mítica laguna Legía, con  el activo
volcán Láscar y otros colosos al fondo

Cada tanto en el Láscar se produce una fuerte erupción

Por el altiplano hacia el Huaytiquina, con vestigios de una tropa de vacunos sucumbida en una tormenta de nieve, descrita por Juan Carlos Dávalos en El Viento Blanco

Paso del Falcon que nos acompañaba por el caserío Catua, donde 
comienza el drama de don Antenor Sánchez en El Viento Blanco

En el tablazo nos topamos con un Chevy argentino y tres hombres que venían sin rueda de auxilio. Al preguntarnos por una gomería los remitimos
a la ciudad de Salta, distante 300 kilómetros

La pendiente más empinada del paso Huaytiquina: el paso del Negro Overo. Desguazando un camión accidentado al fallarle los frenos y embalarse

Subiendo de la costa, vía Arequipa, al Titicaca, con el majestuoso volcán Misti a la vista

La Raya, punto más alto entre el Titicaca y el Cuzco


En Ticlio Anticona, entonces el paso carretero y ferroviario más alto del mundo

Los datos del recuadro se refieren al viaje de ida, solamente

Amplia repercusión del viaje en la revista autoclub

 
Otro episodio:

Como aquél del ingeniero Tomás Arroyo del FF. CC. Belgrano cuando en 1988 se desplazó con dos compañeros de Olacapato por el paso Sico a la mina de hierro chilena El Laco para estudiar pormenores del futuro envío de 300.000 toneladas anuales de mineral a los Altos Hornos Zapla por el C 14.

En El Laco había solo tres operarios chilenos con un perro, sin provisiones y aislados desde hacía varios días por el crudo in(f)ierno. Le dejaron a los rotos todo lo que llevaban para emprender el regreso por Huaytiquina a fin de aprovechar explorando también este paso.

Al pasar esa mañana por Catua (foto), un pueblito que cambia de provincia por cuenta propia cual piuma al vento según si Salta o si Jujuy ha aumentado los haberes de los empleados públicos, los tres viajeros tuvieron el acierto de avisar al cabo Díaz que volverían a las 19 horas; y que si ello no ocurriese, que notificara a la autoridad.

El viaje de regreso de El Laco no duró mucho. En Huaytiquina se encajó la camioneta. Allí estaban, sin comida y sin agua, con poco combustible y la ropa puesta, enfrentando temperaturas bien bajo Cero.

Pero afortunadamente Díaz estaba atento, y siendo que a las 19 no había novedad avisó a la Policía de Salta ya que no tenía comunicación directa con la cercana mina Olacapato. Anotició que los tres ferrocarrileros estaban demorados y que hacía mucho frío. La Policía de Salta informó al FF. CC. Belgrano que había tres personas congelándose en Huaytiquina. El Belgrano pasó a la Policía de Jujuy un mensaje que tres personas estaban corriendo el riesgo de morir congelados. De Olacapato, donde finalmente se recibe la noticia, sale entonces un camión en busca de los extraviados y logra liberar la chata.

A esta altura la novedad ya había alcanzado su ápice en medio de un giro entre la hilaridad y lo patético. Y es así que cuando al poco tiempo de reanudar la marcha por sus propios medios desde Huaytiquina en dirección a Olacapato, los recién salvados se encuentran de frente con un Unimog de Gendarmería Nacional trasportando tres ataúdes, tres. Para ellos.